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¿Hablas el griego de Homero? Tomé algunas clases. en la Universidad. Por favor, no me temas, ni me trates de forma casual. Estoy en deuda contigo, por esta liberación. Por ese motivo, debo concederte. tres deseos. Hay leyes que no pueden romperse. Tres son tres. Un número de poder. No puedes desear. por más deseos interminables. Sí. Estoy familiarizada con el concepto. Tampoco puedes desear la vida eterna. Es tu naturaleza ser mortal. La mía es ser inmortal. Ni puedo absolver el pecado o acabar con todo el sufrimiento. Sólo soy un Djinn. Eso es razonable. Estos son los límites. ¿Qué es este pequeño humano? Es un. Mago. Guiándonos a través del tiempo. Einstein. Einstein. ¿Eres tú una bruja. quién lo tiene en una caja? No. Es ciencia. Se llama televisión. La televisión. Ondas de. luz y sonido. Transmisores. Transmisores. No estoy segura de cómo funciona. Soy una erudita literaria. No sabemos mucho. Soy un Djinn de poder modesto, pero empiezo a entender a estas transmisiones. Has aprendido a hablar mi idioma. Este inglés es sencillo. Sus reglas se aprenden rápidamente, me parece. Nein, nein, nein. ¿Quieres a este pequeño Albert para ti? No, no, no. Eso no puede ser bueno para él. Devuélvelo a su sitio. Podría expandirlo. ¿Cómo? Podríamos hablar directo con él. ¿Cómo es esto posible? No, devuélvelo. ¿Es ese tu deseo? Esto no es posible. No. ¡Es tu obligación! Entonces, ¿qué vas a desear? ¿Cuál es el deseo de tu corazón? Ahora, no nos adelantemos. Necesito tomarme esto con calma. Tengo todo el tiempo del mundo. Háblame de ti. Mi nombre es Alithea Binnie. Estoy en Turquía, para una conferencia. Y vuelvo a mi tierra dentro de un día. ¿Además? Además, tengo que confesar algo. Algo que nunca he contado a nadie. Excelente. Cuando era joven, había un niño. ¿Tu primer amante? No, no, no. No era de carne y hueso. ¿Un Djinn? No. En ese momento, me hallaba en una escuela para niñas. Con montones de niñas. Yo era. Bueno, soy una criatura solitaria por naturaleza. Y este niño, Enzo, vino a mí, de un vacío. Por la necesidad de imaginar. Me contaba historias, en un idioma, que sólo nosotros dos hablábamos.